Eso decía Federico García Lorca en uno de sus poemas, en referencia al agua acumulada en forma de nieve en Sierra Nevada que con la llegada de los calores acababa regando La Vega de Granada, motivo de la fertilidad de la misma.
Y para nuestro gozo, pues el pasado sábado 17 de mayo, aún con nieve en las montañas y en un primer día casi veraniego (como buenos granadinos los participantes buscaban sabiamente la sombras del camino, las sombras, que buen invento) el programa ECO DÍAS, iniciativa promovida por la Fundación Caja Rural de Granada, se adentró en este periurbano espacio de Granada, nuestra Vega.
Y es que dentro del bloque de actividades dedicadas a nuestro patrimonio urbano no podíamos dejar de visitar este lugar, porque la Granada de hoy no podría entenderse sin la simbiosis acontecida históricamente con su mayor superficie agrícola. Y esperemos que la Granada del mañana sea consciente de esto y luche por la protección del ingente patrimonio material e inmaterial que atesora la Vega.
Con un pleno de asistentes nuestro objetivo de la jornada era entender y conocer este espacio, que visitaríamos saliendo a pie desde la propia ciudad de Granada. Con inicio en el Parque Federico García Lorca, antaño en plena Vega, hoy en casi pleno núcleo urbano, empezamos a desvelar este espacio.
Primero desde un punto de vista puramente geográfico, pues esta es una sus particularidades más significativas, un espacio rodeado de montañas que lo nutren de tierras fértiles y ríos que lo surcan para, con su agua, dotar al lugar de la esencia de una buena tierra agrícola. Si a eso le sumamos el otro ingrediente principal, el saber humano y su transmisión oral a lo largo de los siglos para transformarlo en espacio agrícola y gestionarlo a lo largo de tiempo, pues ya tenemos el resultado, La Vega.
El paseo no s permitió conocer la evolución del espacio, desde zona de humedales anterior a la llegada humana hasta su evolución hacia espacio agrícola en distintas épocas, romanos, musulmanes y cristianos fueron dejando su impronta. Y en cada época, teniendo de base un policultivo que permitía alimentar a las familias que ahí vivían, algunos “productos estrella”, como el lino y el cáñamo, como la remolacha o el tabaco, que fueron configurando un espacio y un patrimonio del que hoy perduran sus marcas.
Acequias múltiples derivadas de la Acequia Gorda, partidores, fábricas de extracción del azúcar de la remolacha, secaderos de diversos materiales, etc. se suman a alquerías, vaquerías, huertas y cortijos, y a infinidad de patrimonio adicional, para configurar un espacio que, ojalá, se libre de futuros procesos especulativos y que podamos ver como espacio agrícola protegido en no mucho tiempo.
Un paseo facilito, sin muchas cuestas, con unos participantes muy interesados que incorporaron a la visita múltiple información adicional que sirvió para enriquecernos todos, buen ejemplo práctico de esa transmisión oral del conocimiento que tan importante fue en este espacio.
Os esperamos en la próxima, hasta entonces, seguid disfrutando de la primavera y alimentaros bien.











